La población profesaba la fe católica en forma mayoritaria.
La esperanza de vida llegaba a los 31,5 años.
Santiago concentraba el 10% de la población total del país, más o menos, 325.000 personas, y tenía 1.600 conventillos, en los que habitaban 75.000 personas.
El índice de analfabetismo era de un 60%.
En la educación primaria, existían alrededor de 260.000 alumnos.
En la secundaria ese número se reducía drásticamente, pues había sólo 30.000 estudiantes.
Durante gran parte del siglo XIX, el Estado chileno profundizó considerablemente el desarrollo de la educación fiscal, llegando en 1910 a tener alrededor de 2.300 escuelas primarias en todo Chile. Sin embargo, ese esfuerzo dejaba pendiente las necesidades de la enseñanza secundaria, ya que en todo el país había sólo 40 escuelas de esta naturaleza.
Si pasar de la enseñanza primaria a la secundaria resultaba difícil para gran parte de los chilenos, acceder a la educación superior era aún más complicado. Sólo 1.800 estudiantes cursaban carreras profesionales, ya sea en la Universidad de Chile o en la Universidad Católica, los principales planteles superiores del país que impartían carreras como arquitectura, humanidades, leyes, ingeniería y medicina.
En Chile, hacia 1910 el índice de mortalidad general era de un 31,7%1.
Dentro de las enfermedades más mortíferas estaban la tuberculosis, bronconeumonía y la neumonía, alcanzando un 16% de mortalidad.
La ausencia de agua potable y de servicios de alcantarillado propagaba enfermedades como el tifus y el cólera, transformándolas en las principales causas de muerte en nuestro país, con un índice de un 76% de mortalidad.
Las enfermedades venéreas también provocaban estragos en la población; la sífilis afectaba a amplios sectores de la sociedad chilena.
Sin embargo, fue en los índices de mortalidad infantil donde nuestro país manifestó con mayor fuerza sus penurias en el ámbito de la salud. Este índice llegaba aproximadamente al 25%, situándose como uno de los más altos del mundo. Las causas de muertes más comunes en los menores de un año eran la neumonía, diarrea y distrofias congénitas.
La cobertura médica en el país era aún más pobre. En todo Chile había aproximadamente 80 hospitales, lo que hacía prácticamente imposible combatir efectivamente todas las enfermedades que aquejaban a la población. Ante un panorama sombrío como este, la expectativa de vida, tanto para hombres como para mujeres, era de sólo 30 años.
Las profundas carencias de la sociedad chilena no sólo se manifestaban en el mundo urbano. Por el contrario, en 1910, más del 57% de la población chilena vivía en el campo, lo cual generaba una realidad tanto o más pobre que la descrita anteriormente.
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